Pretendemos con este artículo dar unas pautas claras para sacar la planta adelante tras la plantación, también algunos consejos en relación a la preparación de la parcela y la plantación propiamente dicha.
- Previo a la plantación
- La plantación propiamente dicha
- El protector
- Los tres primeros años
Previo a la plantación
El análisis físico-químico de una muestra de tierra de la parcela a plantar es necesario prácticamente en todas las ocasiones (ver en esta sección como recoger adecuadamente la muestra en “Estudio previo. Análisis de suelo”). Aún en la seguridad de que el terreno sea válido, conocer por ejemplo la textura del suelo nos puede ayudar en la elección de la especie forestal a utilizar como soporte de la trufa. Dentro de una misma parcela podemos encontrarnos con relativa frecuencia tipos de terrenos diferentes (composición química y textura diferentes). La experiencia de todos los años que llevamos trabajando en truficultura nos indica que la encina (especie forestal más utilizada) no conviene en suelos arcillosos, son suelos más o menos compactos donde la aireación no es óptima y la encina se resiente en su desarrollo. Para estos suelos será interesante la utilización del roble carrasqueño, también llamado quejigo. El roble-quejigo presenta una mayor plasticidad en relación con las posibles texturas del suelo.
En un análisis para truficultura convendrá conocer los siguientes parámetros (PH, Materia Orgánica, Textura, Carbonatos, Caliza activa, Nitrógeno, C/N).
En función de los resultados del análisis es posible que convenga algún tipo de actuación sobre el terreno, no es lo común, pero a veces un PH algo bajo puede precisar de alguna enmienda calcárea, una relación C/N excesivamente alta de un trabajo del suelo para favorecer la evolución de la materia orgánica, etc. Actualmente también se está observando que un PH alto del suelo, por encima de 8.2, puede dificultar el inicio de la producción, aunque la trufa este bien instalada y forme buenos quemados. En este caso una pequeña acidificación del medio (con azufre por ejemplo) puede dar buenos resultados. Mejor todavía es la apertura de pozos enterrando una mezcla de materia orgánica con un PH en torno a 7- 7.5 (ver “Un microclima para la trufa” en esta misma sección).
Si el terreno a plantar es un terreno forestal debemos respetar un periodo conveniente de uno o dos años (retirar la masa forestal, labrar o desfondar y sembrar una o dos cosechas de cereal), con esta medida pretendemos limpiar el suelo de posibles propagulos de otros hongos (esporas, micorrizas, micelios, etc) que podrían instalarse en la raíz de las plántulas micorrizadas, sustituyendo las micorrizas de trufa.
Si el terreno a plantar está rodeado de bosque y las raíces de los árboles entran dentro de nuestra parcela será necesario minimizar al máximo la influencia de estas raíces sobre nuestro terreno. Podemos realizar un subsolado profundo en todo el margen de la parcela para romper raíces, repitiendo esta operación cada dos o tres años, el mayor inconveniente no es que puedan competir por la humedad del suelo con las jóvenes plantas de trufa, que lo hacen, sino que puedan trasladar micorrizas de otros hongos naturales del entorno, distintos a la trufa, a las raíces de las plantas truferas, como por ejemplo las carrascas truferas. También puede suceder lo contrario, es decir, que estos árboles adultos adquieran las micorrizas de trufa desde los jóvenes árboles plantados y produzcan trufas, pero arriesgarnos a que esta posibilidad suceda no parece lo conveniente.
Si es un terreno agrícola (cereal, leguminosas, frutales, olivos, vid, etc) no es necesario realizar un cultivo intermedio para minimizar o eliminar en lo posible la flora fúngica del medio.
La preparación previa a la plantación conlleva un trabajo profundo del suelo (arado, discos, subsolador, etc), podremos en caso de utilizar el subsolador dar un segundo pase cruzado. Esta labor conviene realizarla algún mes previo a la plantación. Por ejemplo si la plantación se hace en otoño, la primavera o el verano anterior sería un buen momento para darla, y si es a salidas de invierno o primavera, el otoño o el invierno anterior. Antes de plantar, un pase o dos de cultivador dejaran el terreno preparado para recibir las plantas.
Hay situaciones que se plantea la duda de respetar plantas adultas existentes en la parcela, en este caso estaba claro lo que convenía ya que la encina adulta en cuestión produce trufas.
La preparación del terreno (laboreo profundo y pase de cultivador) es lo común y conveniente previo a plantar.
La plantación propiamente dicha.
Previamente a plantar debemos tener claro qué marco de plantación vamos a hacer, es decir, que distancia vamos a guardar entre plantas en las filas y entre una fila y otra. No existe el marco ideal, sea el que sea habrá puntos más favorables y otros no tanto. Es importante poder pasar con el tractor entre las filas o incluso en ambos sentidos, por lo que las distancias entre las plantas deben permitirlo.
Se pueden utilizar marcos reales, son aquellos que ambas distancias son iguales, (4 x 4, 5 x 5, 6 x 6, incluso 7 x 7), la utilización de estos marcos facilita mucho el trabajo cruzado del suelo con tractor. Marcos al tresbolillo, se trata de plantar una fila y la siguiente iniciarla situando la primera planta en el centro geométrico de las dos primeras de la anterior fila. Lógicamente todas las plantas de la nueva fila quedaran situadas en la misma posición (intermediadas) con respecto a la fila anterior, la siguiente fila tendrá la misma situación con respecto a la anterior, etc. Con el tresbolillo se consigue una óptima utilización del terreno. Últimamente se vienen utilizando, con buen criterio, marcos que ensanchan más las calles y se acercan más las plantas dentro de la fila, por ejemplo 6 x 4, 7 x 3, 7 x 4, 8 x 3, etc. La finalidad de esta distribución es favorecer una más temprana entrada en producción y una buena insolación de las calles.
El trabajo de la calles entre filas es lo recomendable durante los 4-6 años. En esta plantación la distancia entre plantas dentro de la fila es de unos 2 metros, por lo que solo se trabajan las calles entre filas.
Para favorecer la insolación orientaremos la fila en sentido norte-sur, siempre que la forma de la parcela lo permita. Una mayor densidad de plantas de partida favorece una implantación más rápida del hongo en el suelo, lo que puede permitir alcanzar antes una masa crítica de micelio que provoque un inicio de la producción más temprana. De este modo, partir de una densidad alta de plantas siempre es favorable para adelantar la producción, sin embargo el coste inicial de la plantación será mayor. En este planteamiento debemos preveer una poda adecuada, incluso a una cierta edad no descartar la posibilidad de eliminar pies de la plantación para mantener los espacios abiertos y una buena insolación del suelo de la trufera, exigencia necesaria para esta especie. Un marco amplio conlleva menor inversión de inicio, y una menor poda, por el contrario la producción inicial será menor y llegara más tarde.
Densidades entre 250 y 400 plantas/ha es bastante frecuente realizar. Densidades mayores pueden ser muy interesantes (por ej. 400-800 plantas/ha) de cara a una pronta producción y a un mayor rendimiento inicial, sin embargo, no suelen realizarse por el coste inicial de la plantación.
Decidido el marco de plantación, conviene marcar la ubicación exacta de las plantas (palos, hierros, cañas, yeso, spray, etc) y disponernos a realizar la plantación propiamente dicha. La planta, salvo excepciones, la presentamos en un cartucho de plástico de 450 cc, que se despliega sin producir ningún daño al cepellón ni a las raíces. Es suficiente en el momento de plantar realizar un hoyo en la tierra trabajada que permita introducir el cepellón completamente y a continuación envolverlo con tierra, es importante que el cepellón quede completamente enterrado. Suele pisarse alrededor de la planta para compactar y cerrar los poros del suelo y realizar un pequeño alcorque que nos facilite la retención de agua. Siempre es interesante regar al plantar, incluso aunque haya buena sazón en el terreno, pues un riego de unos cinco litros por planta favorece la compactación del terreno con el cepellón. No es necesario hacerlo inmediatamente tras plantar, podemos esperar un plazo razonable de ocho-diez días y si nos llueve en este tiempo nos excusaremos el trabajo de regar.
Las épocas favorables para realizar la plantación van desde octubre a mayo, incluidos ambos meses. Pensemos que se trata de una planta con cepellón y que más que plantar lo que hacemos es trasplantar del envase al terreno definitivo. El momento más o menos favorable dependerá del lugar (altitud, riesgo mayor o menor de hielos fuertes en las fechas de la plantación, la humedad del terreno, la disponibilidad de tiempo si la realizamos nosotros mismos, etc). Las plantaciones de otoño temprano, octubre y noviembre, por lo general van mejor (tienen menos bajas a igualdad de apoyo) que las realizadas a principios de primavera. No obstante en ubicaciones de la plantación por encima de los 1000-1100 m, hay quien prefiere plantar a partir de febrero por las posibles heladas severas del invierno, no obstante, la experiencia nos dice que salvo plantaciones por encima de los 1200 m, utilizando el protector (protege la planta en invierno y genera un ambiente más favorable en verano) el porcentaje de arraigo es muy bueno en plantaciones realizadas en otoño.
En situaciones de altitud media (600-1000 m) las plantaciones de otoño con protector van muy bien. A menor altitud y menor riesgo de fuertes heladas es más favorable la plantación del otoño. Una planta puesta entre el 15 de octubre y mitad de diciembre, inicia el crecimiento de la raíz antes de que lleguen los posibles fríos fuertes del invierno, por lo que el primer verano, periodo critico para la joven planta, estará mas asentada en el terreno y por tanto con más posibilidades de salir airosa de los calores y las sequías del estío.
El protector
Se trata por lo general de un tubo cilíndrico de plástico abierto por ambos extremos que colocamos una vez que la planta se ha puesto en campo, quedando ésta en el interior de dicho tubo. En invierno la protege de los fríos y en verano amortigua el efecto del calor, generándose un ambiente más favorable para la planta en su interior.
No todos tienen la misma incidencia favorable sobre la planta micorrizada, creemos que el protector conviene que sea de una altura determinada, no más de 40 cm, y mantenerlo en campo aproximadamente un año, máximo año y medio, tras realizar la plantación. Si hemos plantado en otoño podemos retirarlo hacia octubre del año siguiente, nos interesa que la planta pase el próximo invierno sin el protector, pero es importante sacarlo previamente para que la planta vaya adaptándose paulatinamente al frío, si decidimos mantenerlo no debería ser hasta más allá de marzo-abril. Si plantamos en febrero-abril podemos retirarlo la primavera siguiente, por ejemplo en abril del siguiente año, también antes de la llegada del verano, o como muy tarde octubre. La función del protector como su nombre indica es proteger la planta para favorecer su arraigo. Siempre hay alguna planta que queda pequeña o que inicia más tardíamente el crecimiento, puede ser interesante en este caso dejar una año más el protector, si aún así no desarrolla convenientemente podemos plantearnos sustituirla.
El protector es un buen apoyo para el arraigo de la joven planta. Tanto protege del frió en invierno como del calor en verano, su uso se justifica un año máximo dos.
El protector que proporcionamos con la planta, tiene unas características determinadas, seleccionadas tras el uso y observación de diferentes modelos, en los que no solo hemos valorado la supervivencia y el desarrollo de la planta, sino también factores que pueden afectar al mantenimiento de las micorrizas de trufa en la raíz de la planta.
Los tres primeros años de la plantación
La plantación ya está realizada, ahora tenemos por delante la tarea de cuidar convenientemente la planta, inicialmente para que arraigue y seguidamente para que inicie un desarrollo equilibrado con el fin de que produzca trufas lo más rápidamente posible. Podríamos estar hablando de una primera fase inicial de unos tres años, y es muy importante empezar bien la andadura de la plantación.
El primer año, y en concreto el primer verano, será con creces el que más atención necesita la planta. Las lluvias de primavera favorecerán, sin duda, la salida de hierbas, según la necesidad de cada caso, habrá que hacer escardas alrededor de la joven planta para eliminar la competencia con la planta. Esta tarea la realizaremos las veces que sea necesario de forma manual (de una a tres veces es lo común), con una azada pequeña. Mantener limpio de hierbas el entorno inmediato de la planta es muy importante en estos primeros meses. Llegado el verano será el momento de vigilar la posible necesidad de riego, por lo general también de uno a tres riegos suelen precisar, dependiendo de las lluvias o tormentas que puedan presentarse. El verano es el periodo más crítico para la plantación que hemos realizado los meses anteriores, sin duda, vigilar desde principios de julio hasta mitad de septiembre y regar si lo consideramos necesario será el apoyo más importante en este periodo. Según la naturaleza del suelo, tras las lluvias o los riegos, al secarse la capa superficial puede formar una costra que impide una buena aireación del suelo, debemos romper esta costra con una azada o similar, podemos hacerlo los días siguientes a las lluvias o el riego. El riego lo localizaremos en la base del protector, incluso es común localizar el agua dentro del protector, normalmente a cada planta se le hace un pequeño alcorque que retiene el agua de riego, inclusive la de la lluvia natural. En cada riego podemos emplear entre cinco y diez litros de agua por planta. Al poner el protector es interesante aportar tierra desde fuera contra el protector, creando un pequeño montículo contra el protector, si hacemos esto, el alcorque de cada planta deberá ser un poco mayor.
A lo largo de estos primeros meses es común que se pase durante la primavera el cultivador o grada entre filas para impedir que los pasillos se llenen de hierba, es factible realizarlo varias veces dependiendo de la necesidad de cada caso, otra opción que parece más interesante es cortar la hierba con una segadora, pero esto solo es practicable si es un suelo sin piedras, caso poco común en truficultura. Con frecuencia se plantea la duda de pasar el cultivador en las calles o segar la hierba. En los siguientes casos creemos que puede ser muy interesante segar la hierba, dejando que se vaya descomponiendo sobre el suelo:
– Si tenemos un déficit de materia orgánica en el suelo.
– Si la relación C/N es baja, el aporte de materia orgánica favorecerá que aumente este cociente.
– Es común tener suelos con PH por encima de 8,2 que conllevan tasas de carbonatos y caliza activa altos, y que según los últimos trabajos de investigación, pueden dificultar que se inicie la producción de trufas, al impedir que se formen los primordios en los primeros estadios de su ciclo por falta de discontinuidades en el PH del suelo. En este caso el aporte de la hierba segada favorecerá la incorporación de materia orgánica a los primeros horizontes del suelo, el descenso de PH y la producción de trufas.
– En los suelos compactados (texturas arcillosas o muy limosas), pobres de vida edáfica, también será interesante segar la hierba, permitiendo un empradizamiento, lo que favorecerá la vida edáfica y la aireación de los horizontes superficiales.
¿Cuándo no será interesante segar la hierba?, por ejemplo cuando tengamos una parcela con una relación C/N alta, por encima de 15-20 y con una tasa de materia orgánica alta, entonces lo conveniente será trabajar el suelo para airearlo, favoreciendo la evolución de la materia orgánica, para llevar la relación C/N a valores más bajos favorables a la trufa negra.
También se ha observado que en parcelas donde se trabaja el suelo las trufas se producen más profundas, con lo que puede ser interesante trabajar el suelo superficialmente en localizaciones de mayor altitud, para minimizar el riesgo de que las heladas afecten a las trufas. También es cierto que en el presente artículo nos estamos refiriendo a los tres primeros años de vida de la plantación, y que también es una opción razonable dejar de trabajar el suelo a partir de los tres o cuatro años de vida de la plantación, en función del análisis físico-químico de la parcela. En cualquier caso el trabajo del suelo siempre será superficial, máximo 15-20 cm de profundidad con cultivador o grada, y si trabajamos en años posteriores la trufera y lo hacemos sobre los quemados la profundidad aún será menor, máximo 10 cm.
Como vemos una vez más es importante conocer el análisis del suelo para actuar con más criterio en relación a la conveniencia de trabajar el suelo, segar la hierba, etc. Aunque sea común trabajarlo los tres primeros años, deberá ser a partir de esta edad cuando, según los valores que nos marque el análisis en PH, MO, C/N o Textura, valoremos la opción de seguir trabajando el suelo o de segar la hierba. Todavía debemos continuar manteniendo la base de las plantas truferas libres de malas hierbas y cada vez iremos ampliando más esta superficie limpia, ya que la raíz ocupara más terreno, puede ser razonable hacerlo hasta los cinco años, o hasta que observemos que la planta empieza a quemar.
Volviendo otra vez al cuidado de las plantas, si hacia finales de septiembre u octubre se da sequía fuerte daremos un último riego. Llegado mitad de octubre puede ser ya el momento adecuado de plantearnos reponer las faltas habidas en la plantación.
En la próxima primavera vigilaremos el entorno inmediato de las plantas para realizar las escardas que precisen. Con respecto al trabajo en las calles y entre filas actuaremos según hayamos decidido teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente.
En el segundo verano vigilaremos la humedad del suelo, es muy importante tener el entorno inmediato de la planta limpio de malas hierbas y romper la costra que se forma tras las lluvias o el riego. En este momento la planta ya tiene mucha más defensa que el año anterior y solo regaremos en caso sequía fuerte. Otra cosa diferente serán las plantas que hayamos podido reponer, a estas les prestaremos especial atención con el riego.
La tercera primavera seguiremos la pauta establecida los años anteriores respecto al trabajo o no del suelo. Vigilaremos mantener limpio de malas hierbas el entorno de las plantas, deberemos aumentar la superficie trabajada alrededor de la planta, pues la raíz irá ampliando el terreno invadido, romperemos la costra del suelo junto a las plantas, cuando se forme. El riego durante el tercer verano, si se realiza debería ser algo excepcional, vigilaremos de cerca con el riego las plantas repuestas el primer año.
Plantación de 2-3 años convenientemente trabajada.
Resumiendo lo dicho, respecto al cuidado de las plantas, estos tres primeros años:
– Riego: Vigilarlo especialmente el primer verano, es un momento crítico en la supervivencia de la planta, pueden ser necesarios hasta tres o cuatro riegos de junio a octubre. El segundo año vigilaremos su posible necesidad, pero lo primordial será mantener limpio de malas hierbas el entorno de la planta y no regar salvo necesidad imperiosa, el tercer año será algo excepcional. Cuidado con la planta repuesta el primer año.
– Protectores: No debemos tenerlos más de un año y medio.
– Malas hierbas: El entorno inmediato de las plantas hay que tenerlo limpio, la primavera y principios de verano será la época en que más deberemos vigilar esta circunstancia, realizando las escardas necesarias alrededor de la joven planta. No permitir que se forme costra en la superficie del suelo tras las lluvias o los riegos. Respecto a las hierbas de los pasillos decidiremos trabajar el suelo o segar en función de lo expuesto anteriormente.
Con todo lo comentado en el presente escrito pretendemos dar una pauta clara de lo que conviene hacer en relación a la plantación y a los primeros años de vida de la misma. El actuar acertadamente con los trabajos y apoyos en esta fase inicial influye muy favorablemente en las siguientes etapas de la vida de la plantación, adelantando la recogida de trufas en el tiempo e incrementando las trufas producidas.
Buenos días.
Tengo una plantación que se ha tenido que sustituir la mayoría de las plantas este año por no regar lo suficiente este verano, pese a que las labores de labreo se han realizado.
hablando con otras personas que tienen sensores de riego en s finca me comentaron que estuvieron regando este verano pasado (2022) cada 15 días.
mi pregunta es la siguiente. es recomendable regar cada 15 días las plantas nuevas. En mi caso cada 15 días no se regaron.
gracias por su tiempo.
saludos