La trufa negra ha venido recogiéndose tradicionalmente en los montes en la época invernal, todo lo que la ha rodeado ha estado impregnado de cierto misterio, desde su formación y crecimiento oculta bajo la tierra hasta su recolección, aspectos comerciales, gastronomicos, etc . Las practicas de campo (en este caso sería más exacto decir de monte) que a algunos truferos les venían dando buenos resultados, también eran guardadas celosamente y difícilmente compartidas tanto en los ambientes truferos como en foros técnicos o científicos.
Una de esas prácticas que en general llevan a cabo los buscadores es poner en el pozo que extraen la trufa un puñado o dos de «hojarasca» o «broza», ( se trata muchas veces de la misma hojarasca del árbol trufero o de algún arbusto cercano tipo enebro o sabina, aromáticas, incluso plantas herbáceas secas .), después se tapa el pozo con la misma tierra que se saco. Esta práctica provoca con frecuencia a partir del segundo o tercer año la aparición de “golpes de trufas” en el citado pozo.
En estos golpes se sacaban varias trufas, de tamaño y forma normalmente más comercial que las encontradas en el suelo natural. Pueden ser trufas también de todos los tamaños pero en general son más redondas, menos irregulares y por tanto más comerciales . Este tipo de trufa se paga más. Dos hechos principalmente provocan esta forma y tamaño más comercial de las trufas: 1) El medio físico (suelo) está mucho menos compactado por lo que el crecimiento en todas direcciones es más fácil, formandose trufas más esfericas. 2) La evolución de la materia orgánica puesta en el pozo genera una fuente de nutrientes para la joven trufa, produciendo trufas de mayor tamaño. Es sabido que el carpóforo (joven trufa) es autónomo respecto a la planta simbionte desde el inicio de su formación (cesa la conexión miceliar con las raíces de la planta), y se alimenta y crece absorbiendo nutrientes y agua del medio circundante inmediato. Por lo tanto medio físico y nutrición favorecen la formación y el crecimiento de las trufas en estos pozos.
La mezcla orgánica introducida en estos pozos sufre el ataque de microorganismos del suelo (bacterias, hongos, nemátodos, protozoos, etc) y también en general de toda la microfauna del entorno ( insectos, lombrices, etc) evolucionando hacia estructuras complejas (humus) que favorecen enormemente la riqueza de vida en esos puntos y estas cadenas de restos orgánicos dan lugar con el tiempo a compuestos más simples que finalmente liberan nutrientes y sustancias favorables tanto para la planta como para las trufas. Toda esa vida probablemente estimula también a la trufa a reproducirse si concurren en ese espacio raicillas con micorrizas, caso frecuente en árboles productores del monte o en plantaciones de trufa.
Actualmente en las plantaciones en producción o cercanas a iniciar ésta (cuando el quemado se inicia hacia los cuatro – ocho años aproximadamenete ) muchos truficultores, con buen criterio, están abriendo pozos en la zona de influencia del quemado y enterrando una mezcla órganica de composición variable adicionada o no con esporas de trufa. Una vez rellenado parcialmente el agujero con la mezcla órganica vuelve a taparse con su misma tierra. Se puede iniciar la producción de trufas en estos pozos a partir del segundo o tercer año. Estos nidos-trampa ocultos en el suelo mejoran de forma importante la producción en las plantaciones en comparación a lo que producirían sin ellos.
La apertura de los pozos se realiza tanto en el interior del quemado como en el borde exterior del mismo.
Este trabajo de realizar los nidos-trampa se hace de mitad de marzo hasta mitad de junio en plantaciones en producción y en plantaciones cercanas a iniciar la producción. Se puede empezar a hacerlos a los 4-5 años de vida de la plantación. Según el desarrollo de la planta y la superficie del quemado se hacen más o menos pozos. Es común seguir ampliando el nº de pozos a medida que la superficie del quemado crece, incluso es favorable hacerlos en el margen exterior del quemado. El nº de pozos en cada quemado dependerá del tamaño de éste y suele variar de 4 a 15 según decisión de cada propietario. Por cada pozo se viene colocando de uno a dos litros de la mezcla orgánica a una profundidad de 20 a 25 cm.
Poner en estos pozos la mezcla más adecuada para una pronta y sostenida producción puede reportar un mayor beneficio al truficultor. Creemos que esta práctica cultural se irá desarrollando y mejorando con el tiempo y aumentará sensiblemente la producción de trufas en las plantaciones. Hasta ahora hablar del abonado en las truferas o en las plantaciones era algo que generaba controversia y temores, dadas las experiencias de todo tipo que ha habido en este sentido, sobre todo, en truferas naturales. Sin embargo, en este caso, no se trata de un abonado mineral al uso, sino de localizar en unos puntos determinados del quemado una mezcla orgánica, respetando la composición mineral y el equilibrio de vida del suelo de la trufera, condiciones éstas que parecen necesarias para que la trufa siga presente.
En Cultivos Forestales y Micologicos iniciamos ensayos en relación con las mezclas de los sustratos órganicos para pozos en truficultura hacia el año 2006.
En Cultivos Forestales y Micologicos producimos y comercializamos dos clases de sustratos: el llamado tipo (A) Matertruf y el tipo (B) Nidotruf para su uso en truficultura.
El Sustrato tipo A (Sustrato Inoculante ) sirve de base para preparar el Sustrato Completo para Pozos Tipo B. El sustrato A tiene una mezcla de distintos principios favorecedores del desarrollo de la raíz y de la formación de nuevas micorrizas, también tiene esporas de trufa. Igualmente puede emplearse para mejorar la micorrización de plantas que no forman el quemado por una mala micorrización inicial.
El sustrato tipo B (Sustrato Completo para Pozos) es el resultado de adicionar al sustrato tipo A materiales orgánicos. Este sustrato B es el empleado para rellenar los pozos abiertos en el quemado.
El sustrato inoculante tipo A para truficultura
El sustrato tipo A esta compuesto por vermiculita, perlita, esporas de trufa, y principios que favorecen el desarrollo de las raices y la micorrización. Está orientado para utilizarlo en truficultura. Su finalidad es mejorar la micorrización de árboles en plantaciones de trufa. Diferentes circunstancias pueden hacer que una plantación o algunos árboles no sean productivos, si el motivo es la falta de micorrizas en sus raices podemos emplear este sustrato A para provocar la micorrización y la producción posterior.
El sustrato inoculante tipo A se localiza a nivel de las raíces de los árboles o plantas que decidamos tratar.
Podemos hacerlo de dos maneras:1.- Abrimos pozos o pequeñas zanjas en el ámbito de la zona de influencia de las raíces (las raíces pueden tener una longitud a partir del tronco dos veces a la altura del árbol) de una profundidad de 15 a 30 cm. y localizamos entre 100 y 200 cc de sustrato por cada punto de inoculación, cuantos más puntos de inoculación realicemos mayores probabilidades de éxito tendremos.2.- Extendemos de forma homogéneo el sustrato en el suelo en la zona de influencia de las raíces (100-200 cc por metro cuadrado) y posteriormente bien manualmente o con apero mecánico realizamos un trabajo del suelo con la finalidad de mezclarlo hasta una profundidad de 15-30 cm.
Generalmente este sustrato A se utiliza para reinocular o reforzar árboles en plantaciones de trufa. Si son árboles o plantas de un bosque, etc. debemos valorar tipo de suelo, clima, situación particular de la planta a tratar, etc. en definitiva conocer las exigencias ambientales (suelo, clima, etc.) de la trufa que queremos inocular. De los inoculos para trufa que ofertamos, la trufa negra (Tuber melanosporum), sería la más exigente y la trufa de verano permite más variación en los tipos de suelo y condiciones ambientales.
Sustrato completo para pozos tipo B para truficultura
El sustrato B se utiliza para los pozos o nidos en plantaciones de trufa en producción o en plantaciones cercanas a iniciar la producción. Su composición consta de los mismos principios que el sustrato inoculante tipo A al que se le han adicionado materiales orgánicos (restos vegetales, humus de lombriz, leonardita, etc) en una proporción de 1:4. Se trata de una mezcla equilibrada para el fin que se persigue: favorecer la formación de trufas en los puntos donde se coloca la mezcla, mantener un pequeño «oasis» para los primordios formados en mayo-junio, de modo que tengan más posibilidades de salvar el periodo seco estival y favorecer su nutrición y engorde en el tramo final del verano y el otoño. La composición de la mezcla no permite que se seque con facilidad y favorece su rehidratación tras las lluvias o riegos.
Se utiliza abriendo pozos en la zona de influencia de la raíz o el quemado, incluso en el margen externo del quemado y poniendo entre uno y dos litros de la mezcla por pozo, posteriormente volvemos a tapar con la misma tierra. Si todo se desarrolla normalmente aparecen trufas ya en algunos pozos el segundo año y más frecuentemente a partir del segundo año.
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